EMBARAZO Y PARTO CON DIABETES: MI HISTORIA REAL. Capítulo 3

EMBARAZO Y PARTO CON DIABETES: MI HISTORIA REAL. Capítulo 3

Embarazo con diabetes tipo 1: mi historia real

Novela-blog · embarazo con diabetes tipo 1

Capítulo 3 – Embarazo con diabetes: la prueba más dura de nuestra historia de amor

12 de octubre de 2025 · Por Sarai Lecuna

Cuando decidimos tener un hijo juntos, yo fui la primera en soltar la verdad incómoda:
—Tengo diabetes tipo 1. Y un embarazo así es de riesgo, para mí y para el bebé.

No era un comentario ligero; era una advertencia con toda la sinceridad que da el miedo. Tenía 31 años, una vida organizada a base de controles, y la certeza de que el tiempo jugaba en mi contra. Él me miró y, sin un segundo de duda, dijo: —Lo haremos juntos.

Preparar el cuerpo… y el alma (glicada, endocrino y disciplina)

Los meses previos fueron una especie de entrenamiento olímpico: glicada de 6 como mínimo, alimentación cuidada como siempre, citas periódicas con el endocrino, y una disciplina casi militar. Revisaba el sensor como si fuera un oráculo y celebraba cada décima de mejora. La diabetes no perdona descuidos.

Cuando, cinco días antes de la falta, el test marcó positivo, lloré. No lo esperábamos tan pronto. Él se rió nervioso, yo temblaba de emoción y miedo. Me pasé los minutos siguientes repitiendo en mi cabeza: “por favor, que todo vaya bien.”

Médicos y palabras que pesan: alto riesgo, malformaciones y aborto

Decir “embarazo con diabetes tipo 1” fue como pulsar una alarma. Las frases llegaron en fila: alto riesgo, malformaciones, problemas de corazón, aborto. Cada cita era un examen. Y aun cuando todo iba bien, alguien añadía: —La niña viene pequeña. Esa palabra me perseguía.

El embarazo bajo la lupa: revisiones, ecografías y semana 25

Durante meses me sentí un poco experimento andante: análisis, ecografías y revisiones mensuales; desde la semana 25, cada dos semanas porque el ecógrafo insistía en que venía pequeña (lo contrario de lo que “se espera” en madres con diabetes). Me cuidaba tanto que parecía un meme: verduras, medición, descanso; repetir.

Con mi endocrino, mi ecógrafa y mi ginecólogo privado me sentí apoyada. En cambio, la ginecóloga de alto riesgo fue otra historia: fría, exigente, con muy poca sensibilidad. Me adelantó el parto por protocolo aunque la bebé estaba bien.

Él, al pie del cañón: calma, 15 minutos y ternura

Si algo me mantuvo en pie fue él. Me acompañó a todas las visitas, se comía lo mismo que yo para no tentarme, y aprendió a ser paciente en cada subida y bajada. Si antes las hipoglucemias eran un caos, ahora él era mi calma:

—Tranquila, espera los quince minutos.

Le vi transformarse: menos miedo, más ternura. Me enamoré otra vez, pero de su paciencia.

Miedos silenciosos y el latido de la semana 8

En la noche, el pensamiento venenoso: “¿y si el bebé tiene algo por mi culpa?”. Me daba miedo perderla. Miedo a no ser suficiente. En la semana 8, escuché su corazón y la ecógrafa dijo “enhorabuena”. Lloré sin pudor. Por un instante, el miedo se calló.

Vivir un embarazo con diabetes: entre pataditas y sensores

Cada patadita era un mensaje: aquí estoy. Hubo días de glucosa rebelde y noches en las que el sensor pitaba como si tuviera vida propia. Dormía poco, medía todo, vivía con el medidor pegado al alma. Aprendí a confiar: en mi cuerpo, en ella y en nosotros.

sarai rodriguez lecuna en el parto

Un parto programado por protocolo (y lo que aprendí)

Llegó el día. Hospital, bata, monitores, ese olor a desinfectante que te despierta todos los miedos. Me programaron el parto por protocolo. Hoy no lo permitiría salvo necesidad real; entonces confié.

Las horas se hicieron eternas: 32 horas sin dormir, con dolor y contracciones que no acababan. Él, a mi lado, sin moverse ni un centímetro: me sujetaba la mano, sostenía mi pierna cuando me faltaban fuerzas y me susurraba que podía.

La glucosa, controlada casi todo el tiempo. Al final subió un poco; insulina en vena y matronas impecables. Y, de pronto, el mundo se detuvo: su llanto. Abrí los ojos. No era pequeña. **Era perfecta.**

Él la miró y dijo, con lágrimas: “Tiene mi señal.” (el angioma rojo en corona en la frente que él tuvo de pequeño). Yo solo pensaba: lo hemos conseguido.

Las primeras 24–48 horas: glucosa del bebé, alta demanda y realidad

A nuestra hija le controlaron la glucosa frecuentemente por riesgo de hipoglucemia neonatal en hijos de madres con diabetes. Todo bien. Se enganchó rápido al pecho, aunque con frenillo justito y grietas para mí. Alta demanda desde el minuto uno: siesta de veinte minutos y vuelta a empezar.

Yo me sentía dividida entre mis mayores y ese ser diminuto. Las hormonas me pasaron por encima. Hubo llanto, culpa, cansancio. Y también amor animal, piel con piel y la certeza de que todo había merecido la pena.

Lo que me enseñó la diabetes sobre la maternidad

Aprendí que no hay cuerpo más sabio que el que se escucha. Que no existe el control total y que está bien. Mantener la glicada entre 5.8 y 6.5 todo el embarazo, con mi tiroiditis de Hashimoto en normofunción, fue un logro… pero no me define. Lo que me define es la capacidad de pedir ayuda y de volver a levantarme.

La fuerza no está en resistir sola; está en dejarte cuidar. Y en entender que el amor verdadero no te rescata: te acompaña cuando no sabes cómo seguir.

La vida nos cambió con esa primera hija. Lo que no imaginábamos es que la verdadera historia empezaba justo ahí: entre pañales, sensores y una familia que, sin planearlo, se convirtió en nuestro mayor proyecto de amor.

Capítulo 1: Una primera cita con cerveza, lluvia y diabetes

Capítulo 2: Mis primeras hipoglucemias con él

Descubre mi libro: Vivir sin miedo

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