Ayer discutí y mi glucosa se disparó

Ayer discutí y mi glucosa se disparó

solo el paisaje

Por Sarai Rodriguez Lecuna · Autora de Vivir sin miedo

Hay cosas que te suben la glucosa sin tocar un solo carbohidrato. Y no, no hablo del café o del estrés de última hora. Hablo de esa conversación que empieza con un “solo quiero hablar contigo un momento” y termina con tu sensor pitando a 250.

Ayer discutí. No fue una gran pelea, más bien una de esas discusiones tontas que se alargan por orgullo y por cansancio. Y mientras intentaba mantener la calma, mi cuerpo ya estaba corriendo una maratón invisible.

Cuando las emociones también se inyectan

La gente suele creer que la glucosa sube por lo que comes. Ojalá fuera tan simple. Porque a veces, ni un trozo de pan, ni un bombón, ni una pizza te mueven tanto los valores como una frase dicha en mal tono.

El cuerpo, fiel y obediente, escucha la orden del cerebro: “peligro, amenaza, tensión.” Y responde soltando adrenalina, cortisol y toda la artillería hormonal. Resultado: glucosa por las nubes sin haber probado bocado.

El diálogo entre mi mente y mi páncreas (o lo que queda de él)

Mi mente: “Tranquila, no pasa nada.” Mi cuerpo: “¿Cómo que no? ¿No oyes ese tono pasivo-agresivo? ¡Sube el azúcar YA!” Mi sensor: “Bip, bip.” Y así, una conversación de tres minutos se convirtió en una clase práctica de fisiología.

Me medí. Estaba en 230. Y en vez de enfadarme más, me reí. Porque literalmente mi cuerpo se había peleado conmigo.

El estrés también se digiere

Las emociones no se quedan en el aire. Se procesan, se metabolizan, se traducen en química. Y cuando discutes, no solo gastas energía mental: liberas glucosa, como si te prepararas para huir de un tigre emocional.

Solo que el tigre, en mi caso, era una conversación absurda sobre quién olvidó cerrar la nevera. Y aun así, mi cuerpo reaccionó como si estuviera en la selva.

Lo que aprendí (otra vez)

  • Tu cuerpo no distingue entre peligro real y emocional: reacciona igual.
  • La calma no es un lujo, es parte del tratamiento.
  • No necesitas perfección, solo conciencia.
  • Y sí, discutir también cuenta como cardio.

Cómo bajé (y no me refiero solo a la glucosa)

Respiré. Literalmente. Me fui al baño, abrí el grifo y me quedé mirando el agua correr. No hay metáfora más exacta para lo que necesitaba hacer: dejar fluir.

No puse más insulina, no castigué mi cuerpo por reaccionar. Solo me di permiso para tranquilizarlo. Y una hora después, como si nada, mi glucosa bajó sola. Sin correcciones, sin culpa.

Cuando el cuerpo te avisa, escúchalo

El cuerpo es ese amigo que te avisa cuando algo no va bien, aunque no quieras oírlo. Si tu glucosa se dispara en medio de un disgusto, no es que estés haciendo algo mal. Es que tu cuerpo intenta ayudarte a sobrevivir. Te prepara, te protege, te avisa. Y lo mínimo que podemos hacer es darle las gracias en vez de regañarlo.

Porque lo que sube no siempre es un fallo: a veces es un mensaje.

Mini tips para cuando la emoción te pasa factura

  • 🧘‍♀️ Respira antes de responder: no hace falta ganar la discusión si puedes ganar tu calma.
  • 🚶‍♀️ Camina un poco: el movimiento ayuda a regular la glucosa y las ideas.
  • 💧 Bebe agua: ayuda al cuerpo a recuperar equilibrio.
  • 📱 No revises el valor cada minuto: la paciencia también baja la glucosa.
  • 😂 Ríete del drama: el humor es la insulina emocional más barata que existe.

Conclusión: la próxima vez que discutas

Recuerda esto: tu cuerpo no es tu enemigo. Está intentando ayudarte a atravesar el momento, aunque su método sea un poco exagerado. Y tú, con tu experiencia, puedes enseñarle que no todo merece una subida de azúcar.

Porque a veces la verdadera victoria no es tener una glucosa perfecta, sino una paz imperfecta que te deja dormir tranquila.

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Escrito desde una tarde tranquila, con la glucosa en su sitio y una taza de té que ya se enfrió.
Sarai Rodriguez Lecuna

Publicado el 24/10/2025 · Categoría: Relatos y reflexiones

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